lunes, 22 de octubre de 2018

“Prosiando de Fulbo”.

Parte V


Con el profesor Yamandú Sosa.

Si leemos la literatura actual, encontraremos que se describen dos tipos de liderazgo: vertical y cooperativo.
El líder vertical, es aquel que usa su poder al máximo, imperando en base a normas estrictas e intransigentes, sin excepciones. En nuestro fútbol, este tipo de liderazgo termina en la mayoría de las ocasiones quedándose con un plantel dócil y maleable, y dejando fuera los “difíciles”. El problema es que tradicionalmente nuestros cracks, con pocas y honrosas excepciones, han pertenecido al grupo de estos últimos.
En el concepto de líder cooperativo se cuelan los últimos técnicos Uruguayos exitosos a nivel mundial. Aunque, como todo lo académico, el concepto resulta corto y pobre en comparación con la realidad.

Los equipos de Peñarol y Nacional campeones del mundo, comenzaron en directivas sólidas, muchas veces innovando en recursos para recaudar fondos, y en intensos y extensos trabajos de preparación física, no sólo acordes a su tiempo, sino que de vanguardia. Langlade en la década del 60 era un adelantado para su época, y luego Esteban Gesto, con formación de médico, con perfil de investigación y elaboración brillante de conocimiento. No hubo en estos procesos copie y pegue de la literatura de moda. Sino trabajos serios, exigentes y adaptados al medio. ¿Pero cómo hacer que el jugador uruguayo poco disciplinado, poco acostumbrado a entrenar, esquivo a la disciplina, entrene de manera rigurosa?
Siempre, en todos los casos, hubo una figura fuertísima en el rol de capitán, que fue capaz de exigir a sus compañeros desde el codo a codo. No desde la autoridad.

Peñarol: en el 61 William Martínez, en el 66 ”el Tito” Goncálvez, en el 82 “el indio” Olivera.
Nacional: en el 71 “el Peta” Ubiña, en el 80 Víctor Espárrago, En el 88 Hugo De León.
Detrás de estos capitanatos, una dirección que en Peñarol del 61 fue muy parecida a la de Juan López, en el 50, casi testimonial en un grupo comandado por William Martínez. El técnico era Roberto Scarone.
En el Peñarol del 66, fue Roque Gastón Máspoli, que afortunadamente para el fútbol uruguayo aprobó el curso, e hizo gala de años de vestuario y mentalidad ganadora.
Sobre los años setenta, cuando el tema del entrenamiento arreciaba, los técnicos exitosos son el paradigma de la habilidad en las comunicaciones, del “boliche”, del arte de ganarse al jugador desde lo afectivo: Hugo Bagnulo en el Peñarol del 82, “El Pulpa” Etchamendi, en el nacional del 71, Mujica en el Nacional del 80 y Roberto Fleitas en el nacional del 88.
Este tipo de liderazgo, con estatura de arte, permitió que el difícil temperamento de algunos jugadores se sometiera a duros entrenamientos y al orden necesario para encarar una competencia cada vez más exigente en lo atlético.


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