martes, 10 de noviembre de 2015

Nada.
 Por Juan R. Silva
 Peñarol y Lavalleja empataron en cero tanto por bando y el marcador es el fiel reflejo de lo que paso esa  agobiante tarde calor este primer sábado e noviembre.
 Nada misma, alguna aproximación de Lavalleja en la primer aparte, sobre todo por la prepotencia física de Marcos Baldivieso, solito y solo en ofensiva en el militar, un equipo ya totalmente ido del campeonato, que incluso tiene problemas para armar los 18 jugadores del formulario, algo impensado a principio de temporada en el militar.
 Pero todo forzado en Lavalleja, un elenco que se armó en el año para depender de Wilton Mieres y a partir de la falta de este, divaga sin timón dentro de la cancha.
 Con algún jugador que a base de rebeldía como Praiz quiere pero no sabe cómo y otros que de repente tiene alguna idea, como Toti Aquino o Gabi Noble, pero chocan con aquella predisposición que les dijimos  más arriba y que hace que el resto del equipo no los entienda y creo yo, tampoco quiera, en una palabra el equipo aceptaba el liderazgo futbolístico de Mieres, a los otros los cuestiona.
 Y eso en un cuadro “vertical” como Lavalleja es un caos dentro de la cancha, no tiene liderazgo y cada uno quiere salvarse solo.
Peñarol está más en forma colectiva, eso es claro, juega más ordenado, a “algo”, choca contra una anemia ofensiva que pasa por que no encuentra como acelerar, o cambiar el ritmo de esa tenencia prolija y atildada en el medio juego, sin cambio de ritmo no tiene sorpresa y sobre todo, es una percepción personal, está demasiado predispuesto a solucionar cosas con jugadas de estrategia en la pelota quieta y no le salen.
 Peñarol tiene el gran problema de que sus jugadores no son compatibles  a su  idea de juego, por características futbolísticas individuales, entonces y por ejemplo Hernández, que ha sido su delantero de poder en este campeonato, un jugador con muchas condiciones para la contra, para aprovechar espacios en base a su potencia y velocidad, ve como los mediocampistas se la traen a domicilio y le achican el espacio y siente, eso es claro que se le “achica” la cancha, cuando quiere desarrollar velocidad y frontalidad, o se abre o se le termina el field.
Y así entre uno que no puede por ausencia de liderazgo futbolístico y otro que tiene una idea muy difícil de plasmar por la individualidad de su plantel, sale un partido feo, con además, el condimento de no jugar por nada.
Y en el colmo de las contradicciones, que un cuadro militar no tenga mando futbolístico y que otro que quiere atacar no pueda sorprender en ataque llega la máxima sorpresa, cuando todos pensábamos que Lavalleja, en el estadio, con mucho calor,  iba a hacer sentir la diferencia física que la profesión le otorga  los militares, Peñarol tiene las mejores ocasiones del partido, en la segunda parte y sobre el final.
Ya había avisado Wilson Araujo “Firulay” con un cabezazo que pega en el ángulo de un inerme Jon Pérez.
 Pero sobre el final y con el ingreso de Camilo Ramírez, quien fue importante, solo moviéndose de adentro afuera y que si hubiera posteado bien pudo dejar compañeros solos, porque Peñarol, por fin obtenía diferencia numérica en ataque, una de las dos formas de desequilibrar  ofensivamente en el futbol.
 Una porque una postrer lesión de Braian Graví, de los más firme en el fondo militar, dejaba a los dirigidos por Víctor Arturo Graví  en inferioridad numérica, les dije que tenía problemas de integración en el comienzo del partido el tricolor y otra porque al jugar Camilo a la misma velocidad que los volantes, Peñarol no queda tan partido en ofensiva.
 Incluso eso fue mucho más evidente con el  tardío ingreso de Da Silva.
 Allí y sobre el final Camilo tiene  una oportunidad muy clara, la más clara del partido y Jon Pérez de providencial manera evita la caída de su arco.
Muy poco, poquito, nada prácticamente, para un partido que insisto, todos lo sabemos, no se jugó para más nada que cumplir con el fixture, en definitiva que se jugó… para nada.




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