martes, 9 de octubre de 2018

"Prosiando" de "FULBO".

Por el profesor Yamandú Sosa




En el momento en que los equipos uruguayos comienzan a importar, en la década del cuarenta, el modelo europeo de liderazgo técnico, el mismo tenía unas cuantas falencias que lo hacían, a mi criterio, inferior al que nosotros teníamos. Luego, con el correr del siglo y el método científico, se han impuesto los “equipos de trabajo”, que alivian las falencias que la dirección técnica que deposita poderes en una sola cabeza tiene.
En cualquier campo de la realidad, cuándo una persona tiene razón porque un cargo o una reglamentación así lo avala, por un ejercicio vacío del poder, esa persona corre el riesgo de desconectarse con la realidad en sí. En cambio, cuando una persona se ha ganado el liderazgo en ley, en el campo de los hechos, existen mucho mejores posibilidades de que se desempeñe en buena forma. Un ejemplo, la dirección de las reformas educativas impulsadas desde el poder desde Germán Rama hacia acá, han brindado a los directores de las instituciones poderes crecientes, en las últimas propuestas prácticamente absolutos. Ha sido y seguirá siendo un grueso error que precipitará aún más la decadencia en nuestra educación.


Dicho en otras palabras, el técnico tiene el poder absoluto porque se le ha otorgado un rol que así lo avala, por lo tanto corre un riesgo sumamente grande de equivocarse. En el contexto del fútbol europeo de esa época, este cargo era lógicamente pertinente, pues se intentaba en las escuelas de fútbol, alcanzar una destreza técnica que estaba lejos, y que era compensada por el desarrollo atlético del jugador. Esto mereció que Europa hiciera lo que el fútbol sudamericano no  supo o no pudo hacer: encontrar las variantes tácticas para favorecer este tipo de juego, usando adecuadamente  la ventaja que suponía, (y aún supone), manejar el reglamento del deporte en su favor y conveniencia.
El desarrollo de nuestros jugadores en la primera mitad del siglo XX era anárquico, fértil, ingobernable, absolutamente original. Y así eran ellos. Personalidades fuertes, hechas en los picados, en las ligas de los barrios, en los líos permanentes provocados por el hecho de que nadie quería perder. Esto era así desde el más humilde picado de solteros contra casados hasta el clásico Nacional y Peñarol o el del Río de la Plata. Ambos clásicos, pasan por problemáticas arbitrales interminables y se suspenden por lapsos parciales o totales. La “Copa Río de la Plata”, por ejemplo, dejó de realizarse para siempre causa de la incontrolable sucesión de problemas. Los jugadores nuestros deben entonces comenzar a adaptarse arduamente a una dinámica de dirección técnica que les era extraña e impuesta.


Voy a tomar un ejemplo, en el año 49 Peñarol es dirigido por Emérico Hirsch, Úngaro. Conformó un equipo que obtuvo una formidable campaña, pero para formarlo tuvo que acudir a un recambio grande, que dio lugar a jugadores inusitadamente jóvenes para los planteles de la época en los grandes como Ghiggia y Miguez. Tuvo permanentes problemas y encontronazos con los dos líderes históricos del plantel: Obdulio Varela y Roque Gastón Máspoli. A Máspoli lo radió al banco, colocando a Pereyra Natero. A Obdulio, inamovible, hubo de soportarlo. En todo reportaje en que se la ha preguntado al gran capitán sobre Hirsch, se ha expresado despectivamente y hasta con desprecio en referencia a su trabajo. No así los jugadores jóvenes y recién llegados, evidentemente más moldeables. Seguiremos en las próximas analizando la naturaleza de este cambio en la naturaleza de la dirección técnica que lamentablemente el fútbol uruguayo compró, como un espejo más, sin mediar ningún análisis.
El atrevido de Hirsh queriendo "enseñarle" a LOS CAMPEONES DEL MUNDO.

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