Nada.
Por Juan R. Silva
Peñarol y Lavalleja
empataron en cero tanto por bando y el marcador es el fiel reflejo de lo que
paso esa agobiante tarde calor este
primer sábado e noviembre.
Nada misma, alguna
aproximación de Lavalleja en la primer aparte, sobre todo por la prepotencia
física de Marcos Baldivieso, solito y solo en ofensiva en el militar, un equipo
ya totalmente ido del campeonato, que incluso tiene problemas para armar los 18
jugadores del formulario, algo impensado a principio de temporada en el militar.
Pero todo forzado en
Lavalleja, un elenco que se armó en el año para depender de Wilton Mieres y a
partir de la falta de este, divaga sin timón dentro de la cancha.
Con algún jugador que
a base de rebeldía como Praiz quiere pero no sabe cómo y otros que de repente
tiene alguna idea, como Toti Aquino o Gabi Noble, pero chocan con aquella predisposición
que les dijimos más arriba y que hace
que el resto del equipo no los entienda y creo yo, tampoco quiera, en una
palabra el equipo aceptaba el liderazgo futbolístico de Mieres, a los otros los
cuestiona.
Y eso en un cuadro
“vertical” como Lavalleja es un caos dentro de la cancha, no tiene liderazgo y
cada uno quiere salvarse solo.
Peñarol está más en forma colectiva, eso es claro, juega más
ordenado, a “algo”, choca contra una anemia ofensiva que pasa por que no
encuentra como acelerar, o cambiar el ritmo de esa tenencia prolija y atildada
en el medio juego, sin cambio de ritmo no tiene sorpresa y sobre todo, es una
percepción personal, está demasiado predispuesto a solucionar cosas con jugadas
de estrategia en la pelota quieta y no le salen.
Peñarol tiene el gran
problema de que sus jugadores no son compatibles a su
idea de juego, por características futbolísticas individuales, entonces
y por ejemplo Hernández, que ha sido su delantero de poder en este campeonato,
un jugador con muchas condiciones para la contra, para aprovechar espacios en
base a su potencia y velocidad, ve como los mediocampistas se la traen a
domicilio y le achican el espacio y siente, eso es claro que se le “achica” la
cancha, cuando quiere desarrollar velocidad y frontalidad, o se abre o se le
termina el field.
Y así entre uno que no puede por ausencia de liderazgo
futbolístico y otro que tiene una idea muy difícil de plasmar por la
individualidad de su plantel, sale un partido feo, con además, el condimento de
no jugar por nada.
Y en el colmo de las contradicciones, que un cuadro militar
no tenga mando futbolístico y que otro que quiere atacar no pueda sorprender en
ataque llega la máxima sorpresa, cuando todos pensábamos que Lavalleja, en el
estadio, con mucho calor, iba a hacer
sentir la diferencia física que la profesión le otorga los militares, Peñarol tiene las mejores
ocasiones del partido, en la segunda parte y sobre el final.
Ya había avisado Wilson Araujo “Firulay” con un cabezazo que
pega en el ángulo de un inerme Jon Pérez.
Pero sobre el final y
con el ingreso de Camilo Ramírez, quien fue importante, solo moviéndose de
adentro afuera y que si hubiera posteado bien pudo dejar compañeros solos,
porque Peñarol, por fin obtenía diferencia numérica en ataque, una de las dos
formas de desequilibrar ofensivamente en
el futbol.
Una porque una
postrer lesión de Braian Graví, de los más firme en el fondo militar, dejaba a
los dirigidos por Víctor Arturo Graví en
inferioridad numérica, les dije que tenía problemas de integración en el
comienzo del partido el tricolor y otra porque al jugar Camilo a la misma
velocidad que los volantes, Peñarol no queda tan partido en ofensiva.
Incluso eso fue mucho
más evidente con el tardío ingreso de Da
Silva.
Allí y sobre el final
Camilo tiene una oportunidad muy clara,
la más clara del partido y Jon Pérez de providencial manera evita la caída de
su arco.
Muy poco, poquito, nada prácticamente, para un partido que
insisto, todos lo sabemos, no se jugó para más nada que cumplir con el fixture,
en definitiva que se jugó… para nada.
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